Número 10:
Enero 2015

Número 10: Creación y Reflexión

De cómo la colonia honraría su toga

por: Juan Manuel Mercado Nieves

Había decidido celebrar el fin de semana del amor en grande. Pudo trasladarse a Texas con su arsenal personal y su “entourage” del Servicio de Alguaciles Federales para enarbolar la protección de la segunda enmienda de su constitución. El “Associate Justice” del Tribunal Supremo de los Estados Unidos se prestaba a llevar a cabo una segunda masacre de San Valentín, esta vez de pajaritos y otros animales que vagaban en el coto de caza de los amigos del NRA que lo habían convidado a la orgía de disparos. Después de una opípara cena, el “Justice” se retiró temprano, pues la matanza comenzaría con el alba. Antes de acostarse, decidió tratar de obligar su sueño leyendo el “brief” que le había preparado su oficial jurídico sobre el último caso que había llegado al Supremo desde las posesiones coloniales de ultramar. La lectura le provocó ventosidades. Pensaba que su educación de Georgetown y Harvard no merecía atribularse con asuntos triviales de las colonias, o como clichosamente se le llamaban: territories. Entendía que los Estados Unidos no tenía por qué dedicarle mucho tiempo a esos lugares lejanos, poblados de gente extraña, con costumbres e idioma distintos, que no entendían la magia de la democracia americana, que no podían administrar fondos públicos y que mordían la mano del amo que los alimentaban. El “Justice” pensaba que ese territorio no era otra cosa que una “balsa de piedra” (a lo Saramago) que carente de soberanía flotaba a la deriva en las aguas del Caribe. Atribulado por la lectura, luego de expulsar un largo, aunque estrepitoso gasecito, sin pena ni gloria, encaró su destino.